Ministerios en serio

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Me sentía mal, cuando algunos, con la mas dulce intención, oraban por mis inquietudes: “ Dios; Justo tiene la inquietud de servirte. Ayúdalo”. También me disgustaban sus consejos: “Todos los muchachos tienen inquietudes como las tuyas. Pero no son mas que ilusiones. Ya te pasara”. Me veían como un adolescente con “inquietudes pasajeras” y no como “los inicios de un ministerio”. Creo que pocos se imaginaban que pensaba en serio respecto al ministerio.
Un ministerio se hace en serio cuando hay un llamamiento, identidad, trabajo y dedicación serias.

Un Llamamiento Serio
Un ministerio debe nacer por un llamamiento divino; y no por un deseo de realización vocacional, de un derroche de creatividad, de satisfacer una necesidad, hacer empresa, aunque estas se concretan en el camino.

Tampoco deben nacer inspirados en estudios de marketing, conclusiones Psicológicas, y recomendaciones sociólogas, aunque estas técnicas son de mucha utilidad en el camino.

Un ministerio, nace, descansa y se desarrolla por una Palabra que Dios habla al corazón de sus llamados. Y pueden ejecutarse con seriedad y vocación a causa de ese llamamiento. O acaso Jeremías, luego de observar la necesidad de voz de Dios, se lanzó a una carrera profética (Jer. 1:5)

Cuando nacen no por causa de un llamamiento, no son más que inquietudes momentáneas, combustible ante la prueba, lumbreras de mediocridad, marchitables con el tiempo. Cuando es por causa de un llamamiento, atraviesan circunstancias, emergen de imposibles y marcan la historia y las vidas. (Ojalá, muchas de las inquietudes que hoy brotan, se transformen en verdaderos ministerios. Sinceramente, esa es mi oración).

Los últimos diez años han sido testigos del nacimiento de muchísimos ministerios; y también de sus sepulturas. Han visto el vigor con la que se inicia un proyecto, y también el dolor con la que se disuelven. Si revisamos sus autopsias, notaremos claramente que no nacieron por causa de un llamamiento, sino por las razones arriba enumeradas.

Una Identidad Seria
La sociedad, en complicidad con la cultura, cuestiona la identidad del ministerio. Cuando alguien le responde “soy pastor”, re pregunta: “Pero ¿qué eres?”. A los que pisaron universidad los obligan a firmar como licenciados, doctores, y los convencen a escribir con letras cursivas y más pequeñitas, abajito, para la gloria de Dios: pastor. A los que no tienen por lo menos un bachillerato, los hacen sentirse nada, incompletos y vacíos.

No estoy sugiriendo que los ministros deban seguir estudios superiores. Estoy reflexionando acerca de la falta de identidad del ministerio; la misma que hay en abundancia.

James D. Hamilton, en su libro El Ministerio de Pastor Consejero, hablando acerca de la “crisis de identidad” que confrontan los ministerios, cita a William E. Hulme quien afirma: “ El ministro sufre de un sentido de inferioridad profesional. Ante sus propios ojos él ocupa el último lugar, él está al pie de la lista de las profesiones”. Y él mismo añade: “muchos ministros anhelan ser reconocidos como doctores, licenciados, psiquiatras y psicólogos…Hay que afirmar que si el ministerio alguna vez gana un rango igual con otras profesiones, será un paso atrás para el ministerio”.

Sólo el que se identifica con su llamamiento hará un verdadero ministerio. Su preparación académica le servirá para un mejor y efectivo ministerio, pero su éxito no le atribuirá a esta preparación, sino a la gracia de Dios (1 Cor. 15: 10).

En el currículo vitae del antiguo héroe Pablo no figuraba los títulos y grados académicos que poseía, sino que honrada y dignifica su llamamiento firmando: “Pablo, apóstol de Jesucristo”. Y todos los que por siglos hemos leído sus epístolas, sabemos que su ministerio era en serio; no un derroche de inquietudes.

Un trabajo Serio
Si tú preguntas a un evangelista promedio en qué trabaja, él te dirá: “No trabajo; estoy sirviendo al Señor a tiempo completo”. Incluso otros responderán: “Por causa del Señor dejé mi trabajo”. Y aunque en sus respuestas percibas actitudes de heroísmo, o de víctimas, no hacen sino reflejar una verdad íntima: no ven sus ministerios como un trabajo digno con el cual identificarse. (Excepción filosofía y honrosa: Los que confiesan que no trabajan, para expresar que disfrutan hacerlo).

Los que piensan actúan en serio responderán: “trabajo como evangelista”; o, si dejó su trabajo secular: “me cambié de trabajo”. Porque el ministerio es un trabajo que consume mas que cualquier otra profesión (1Ti 5: 17) El ministerio exige cian por ciento de energía, creatividad, e iniciativa. La labor ministerial bebe caudales de dones, talentos, y habilidades, que sin no fuera por la potencia de Espíritu, ningún ministro estaría de pie (Col. 1: 29)

Si un evangelista también tiene un trabajo secular, entonces debería responder: “tengo dos trabajos”. O más heroicamente: “soy evangelista, y en mis ratos libres hago algo de contabilidad” (el mediocre dirá: soy contador, y … también…evangelista. Osea…) Pero nunca lo hará mientras no vez un ministerio como un trabajo; y mientras no lo vea como un trabajo, nunca hará un ministerio en serio. Y si no hace los ajustes pertinentes, la historia lo recordará como un inquieto más.

Cuando tu ministerio no lo ves como un trabajo. Te relajas, te indisciplinas, no rindes al 100%, y tu fruto es poco o nada. En una palabra, tu ministerio no es nada serio. Más parecen hobbies se hacen en los ratos libres. ¿Acaso no son los ratos libres que muchos le dan a sus ministerios?

Una Dedicación Seria
Hay los ministerios a medio tiempo. Ministran los sábados, domingos y feriados, y de lunes a viernes a partir de las 7pm. Unos testifican que el Señor les ha hecho un “milagro” al darles un trabajo que les permite estar desde las 6pm. Otros oran para que sus jefes siempre tengan la bondad de concederles permisos especiales y sean compasivos. Y los más sagaces aspiran una independencia laboral, a causa de la obra del Señor. Pero pocos piensan dedicarse exclusivamente al ministerio.

Todos los grandes hombres de Dios se dedican exclusivamente al ministerio. Se han lanzado a ello porque Dios los llamó y porque quieren ser más efectivos en su ministerio. Son visionarios y piensan en serio respecto al ministerio. Y si Dios te ha llamado a un ministerio de esta envergadura, la probabilidad de que te dediques a exclusividad es 100%. Si aún no lo haces, sueña y pelea cómo hacerlo.

Conozco a muchos que comenzaron a sobrevivir desde que se lanzaron a un ministerio de tiempo completo. ¿ Por qué? Mis hipótesis son: Nunca fueron llamados, quizá sí “comedidos”; no lo hicieron por un llamamiento específico, sino marketero; lo hicieron a destiempo; o no quisieron pagar el precio.

Si enjuiciamos a los fracasados, un buen porcentaje argumentarán que fueron por causas económicas: “La iglesia no nos apoyó”, reclamarán (un verdadero ministerio, aunque necesita apoyo, no debe dirigirse por el apoyo) Los más caballeros admitirán que no resistieron la presión: “esto es sólo para llamados”, confesarán.

Los aspirantes al ministerio, traumados por los malos ejemplos, les gustaría realizar un ministerio a tiempo completo, pero sienten temor. Y si no evolucionan en sus formas de ver, lo único que les quedará serán las cenizas de sus sueños dorados de ser los Mottesis y Grahams del Perú. O en el “mejor” de los casos, sus ministerios no serán más hobbies.
¡Hagamos un ministerio en serio!

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